María Sabina, mujer espíritu

María Sabina Magdalena García (1894-1985) es un personaje clave en el misticismo contemporáneo de México. Ella sintetiza con alta fidelidad la figura del chamán –tan recurrida en estos tiempos de búsqueda trascendental y trabajo del espíritu–, y reúne algunos de los  instrumentos fundamentales de la tradición mística de nuestro país: el uso ritual de alucinógenos naturales, de rezos para conducirse a realidades paralelas, de sabiduría franca –esa que se aprende en el campo, en la sierra, en el maíz y el fuego–.

Esta curandera de Huautla de Jimenez, un pueblo ubicado en la sierra mazateca de Oaxaca, alcanzó la celebridad luego de que innumerables personajes de su época acudieran con ella para ser guiados a través de mundos intangibles, desde Jim Morrison hasta Walt Disney, pasando por Aldous Huxley, Bob Dylan y John Lennon.  

María Sabina portando el traje regional mazateco

El camino, el destino o la presencia divina, la convirtieron en su instrumento; María Sabina Magdalena, la niña de Huautla, la campesina, la comerciante, la madre y la esposa, llegó a descubrir a los angelitos, se transformó en la afamada sacerdotisa que tenía el don de curar.Ayer y hoy, su nombre es sinónimo de espiritualidad, misticismo y sabiduría; sin embargo, la mujer de lo cotidiano, la viuda ocupada por el sustento de sus hijos; la indígena que alzó la voz para reclamarlas regalías de su trabajo, la mujer que conoció la vorágine de las grandes ciudades y también el abuso sistemático del poder; la voz que fue escuchada con atención por el mundo de la ciencia y que vio llegar su fin apacible, celebrando con los suyos sus 94 años, nos ha dejado una huella Indeleble que ahora compartimos, pues aunque ella no escribió, no pintó, ni tampoco hizo música, supo tomar como su mejor lienzo, como la arcilla de su obra, el alma de quienes siguieron su voz en una de sus místicas sesiones.“No tenga miedo, yo lo he hecho muchas veces”, decía a sus invitados.

María Ana y María Sabina fueron únicas hijas, juntas compartieron una infancia llena de carencias y de injusticias derivadas de las costumbres de la zona. María Sabina pasó su primera infancia en Río Santiago, en donde murió su padre cuando las dos niñas eran muy pequeñas, por lo que su madre decidió regresar con sus hijas a Cerro del Fortín, Huautla, a casa de los abuelos. Familia de condición humilde, el abuelo se dedicaba a las labores del campo, casi siempre como peón de un acaudalado terrateniente de raza blanca o mestizo. La abuela lo ayudaba a cuidar los sembradíos y cultivaba por su cuenta el gusano de seda en escala mínima. A pesar de sus pocos años, ambas niñas ayudaban a cuidar los chivos de sus abuelos. Una mañana, uno de los animales se alejó demasiado de los demás y María Sabina tuvo que buscarlo en las hondonadas de la sierra. Aquí descubrió los hongos, a manera de flores duras. Como el alimento en su hogar era escaso, María Sabina comió los hongos para calmar su hambre. Todo esto sucedió cuando tenía alrededor de siete años.

Al llegar a los diez, su madre le encargó quehaceres del hogar, bordado de sus huipiles, pero también salía con su azadón a trabajar en el campo. Esto era lo que más gustaba a María Sabina, pues tenía a su alcance los hongos que pronto compartió con su hermana. Ambas niñas sentían los efectos alucinógenos de los hongos que las hacían reír, bailar, jugar, pero también llorar. A los catorce años, su madre la entregó a Serapio Martínez, joven de veinte años, primer marido de María Sabina. Trabajaba de vendedor ambulante con artículos que compraba en poblaciones de Veracruz y Puebla. En uno de sus viajes a Tehuacán fue llevado por la leva para darlo de alta en las fuerzas carrancistas. En su ausencia, nació el primer hijo de María Sabina: Catarino. Durante otros cuatro años de vida marital procrearon a Viana y María Apolonia.

“Varios años, no sé cuántos, mi hermana María Ana se enfermó. Sentía dolores en el vientre que hacían que se doblara y gimiera de dolor. cada vez, yo la veía más grave. Llamé a varios curanderos, pero fue inútil, ellos no podían curar a mi hermana. Viéndola así tendida, la imaginé muerta. No, eso no debía ser. Ella no debía morir. Yo sabía que los angelitos tenían el poder. Yo los había comido de niña y recordaba que no hacían mal. Yo sabía que nuestra gente los comía para sanar sus enfermedades. Entonces, decidí: en esa misma noche yo tomaría los hongos.“Así lo hice. A ella le di tres pares. Yo comí muchos, para que me dieran poder inmenso. No puedo mentir; habré comido treinta pares de “derrumbe”. Cuando los angelitos estaban trabajando dentro de mi cuerpo, recé y le pedí a Dios que me ayudara a curar a María Ana. Me acerqué a la enferma. Los angelitos guiaron mis manos para apretarle las caderas. Suavemente le fui dando masaje donde ella decía que le dolía. Yo le hablaba y comencé a cantarle; sentí que hablaba cada vez con mayor facilidad y sentí que le cantaba bonito. Decía lo que los angelitos me obligaban a decir. Seguí apretando a mi hermana, en su vientre y en sus caderas. Finalmente le sobrevino mucha sangre. Agua y sangre como si estuviese pariendo. Nunca me asusté porque sabía que Dios la estaba curando a través de mí. Los angelitos aconsejaban y yo ejecutaba. Atendí a mi hermana hasta que la sangre dejó de salir. Luego dejó de gemir y durmió. Mi madre, que aún no se devolvía a la distancia, se sentó junto a ella para acompañarla. ”Su fama de curandera comenzó a correr entre la población. Realizaba, por lo menos, una curación a la semana, apoyada siempre por el consumo de los hongos alucinógenos, que en esa época abundaban en Huautla. Luego llegó Wasson y su esposa Valentina y todo cambió para Huautla y para María Sabina.

Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna habían investigado el uso de los hongos en ceremonias religiosas o curativas en diversas partes del mundo y en diversas épocas de la historia humana. Por medio de los informes de Roberto Witlander y Jean Bassset Johnson, se enteraron que en la Sierra Mazateca de Oaxaca se usaban los hongos alucinógenos para efectuar curaciones que a veces parecían milagrosas. En junio de 1953, el matrimonio Wasson arribó a Huautla y se presentaron a las autoridades municipales diciendo que venían de tierras inglesas para conocer y profundizar en las prácticas mazatecas con los hongos, siendo su principal interés para ellos, conocer a una persona que manejara esas plantas que ellos consideraban sagradas. El presidente municipal de Huautla, Erasto Pineda, envió a su síndico en busca de María Sabina a quien comunicó que la solicitaban para que atendiera a unos extranjeros que querían tener una velada con los “santitos”. Ella se negó, pues presentía que al dar los hongos a extranjeros se desvirtuaría su pureza, la fuerza mística que provocaban en la mente de los nativos y perderían sus virtudes terapéuticas.

Su fama de curandera comenzó a correr entre la población. Realizaba, por lo menos, una curación a la semana, apoyada siempre por el consumo de los hongos alucinógenos, que en esa época abundaban en Huautla. Luego llegó Wasson y su esposa Valentina y todo cambió para Huautla y para María Sabina. Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna habían investigado el uso de los hongos en ceremonias religiosas o curativas en diversas partes del mundo y en diversas épocas de la historia humana. Por medio de los informes de Roberto Witlander y Jean Bassset Johnson, se enteraron que en la Sierra Mazateca de Oaxaca se usaban los hongos alucinógenos para efectuar curaciones que a veces parecían milagrosas. En junio de 1953, el matrimonio Wasson arribó a Huautla y se presentaron a las autoridades municipales diciendo que venían de tierras inglesas para conocer y profundizar en las prácticas mazatecas con los hongos, siendo su principal interés para ellos, conocer a una persona que manejara esas plantas que ellos consideraban sagradas.

El presidente municipal de Huautla, Erasto Pineda, envió a su síndico en busca de María Sabina a quien comunicó que la solicitaban para que atendiera a unos extranjeros que querían tener una velada con los “santitos”. Ella se negó, pues presentía que al dar los hongos a extranjeros se desvirtuaría su pureza, la fuerza mística que provocaban en la mente de los nativos y perderían sus virtudes terapéuticas.

Diez años después, al darse a conocer los descubrimientos y experiencias de la familia Wasson acerca del culto de los hongos sagrados y de su sacerdotisa María Sabina, como la llamaban los medios de comunicación, Huautla se vio asediada de nacionales y extranjeros que buscaban conocer los hongos y sus efectos. La mayoría eran jóvenes hippies de aspecto desaliñado o hijos de familias ricas que buscaban una nueva forma de distracción.

Con la llegada de la fama, María Sabina comenzó a salir de su pueblo viajando a la capital del Estado, a la ciudad de México y a otras ciudades de la república como Monterrey. En esta ciudad fue invitada por su Tecnológico para que presentara su forma de curar con los hongos ante un público heterogéneo. Así lo recuerda uno de los nietos de María Sabina, Eduardo: “un hijo del síndico municipal llegó a la casa de María diciendo que fuéramos a Monterrey a dar una conferencia sobre los honguitos, que era muy importante que fuera la “viejita”; que los de la universidad querían una demostración. Aceptamos. Viajamos llenos de miedo en un carro que llevaba tanques de gas. María hasta se desmayó llegando a Teotitlán. No sabíamos que hacer, mientras Rolando (el hijo del síndico) iba tome y tome. La francesa, su esposa, se compadeció de la abuela y la tapó con una cobija. En Tehuacán abordamos un avión para el norte del país.

Desafortunadamente, por sus carencias cultura-les, pues no sabía leer ni escribir ni hablaba español, María Sabina fue frecuentemente víctima de enga-ños, fraudes y robos de los recursos que podía obte-ner con sus curaciones y “viajes”. Ella, con mucha no-bleza, perdonaba a las personas que le hacían daño, aunque a veces, recordaba algunos de estos episo-dios con alguna amargura. Tal vez, uno de los más significativos para ella, fue cuando la señora Margari-ta López Portillo llegó a Huautla y la convenció para que aceptara que filmaran un documental grabando sus curaciones, invocaciones y manipulaciones con los honguitos.

Lee el libro completo aquí http://www.casadelacultura.oaxaca.gob.mx/wp-content/uploads/2016/08/Indelebles20.pdf

Extracto del libro Indelebles 20 Maria Sabina , Casa de la cultura Oaxaqueña

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